sábado, julio 19

Número 13 (1ª parte)

El número trece siempre ha gozado de mala reputación. ¿Por qué? Tan sólo está entre el número doce y el catorce. Es un número impar como otro cualquiera, y sin embargo es inquietante la gran cantidad de malos augurios y supersticiones con las que carga a sus espaldas...


Era una mañana sombría. Los oscuros nubarrones habían descargado la lluvia durante toda la noche, ahogando cualquier otro sonido; el del viento quejumbroso, el crujido de las ramas de los árboles, el susurro de los juguetones espíritus nocturnos, el croar de las ranas y las nanas que cantaban los Músicos para ayudar a los niños pequeños a conciliar el sueño. Un poco antes del despertar del gallo, Umine se asomó por la ventana. Las calles estaban plagadas de charcos de agua turbia que reflejaban el marchar de las nubes.

En consonancia con el aspecto desapacible del amanecer, aquel era un día especial. Especial y temido: el Día de la Apuesta. Para Umine, el ambiente húmedo y el aire frío fue un mal presagio. También lo fue la mirada que le dedicó su tía antes de salir de casa. Se estremeció cuando ella le clavó los ojos, distantes y vacíos como los de un fantasma. Ésta se limitó a desearle suerte y darle un fugaz beso en la frente. Aquello, sin embargo, fue para Umine como una sentencia. Mordiéndose el labio inferior y con el estómago revuelto, abandonó su hogar sin haber dicho una sola palabra de despedida.

Conforme bajaba la calle principal, esquivando los charcos y los adoquines rotos, observó a los demás chicos que dejaban sus casas. Algunos se marchaban llorando, otros con una sonrisa confiada en los labios, aunque la mayoría de ellos, pálidos y ojerizos, tenían los ojos llenos de temor. Umine sabía que pertenecía a aquel grupo mayoritario. Esa mañana no sonó el acostumbrado toque de campana en el templo. El pueblo entero parecía estar conteniendo el aliento por lo que estaba a punto de suceder.

Umine vio a algunos amigos suyos, pero no se atrevió a acercarse a ellos ni a saludarlos. Sentía las piernas tan pesadas como si fueran de plomo y le sudaban las palmas de las manos. Miró apesadumbrada al cielo tormentoso. Sintió la desesperada tentación de dar media vuelta y salir corriendo, pero sabía que sería inútil. Antes o después la encontrarían y la obligarían a presentarse frente al Jugador. Desechó aquellos pensamientos funestos de su mente y se concentró en seguir caminando. La gran arcada de piedra que indicaba la entrada y salida del pueblo se levantaba ante ella. Agachando ligeramente la cabeza, Umine la cruzó. Ya no había vuelta atrás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Energia te he pasado un Meme asi que ya estas visitando mi blog y haciendo en el tuyo XD