miércoles, mayo 29

IASADE -114-

Las dos semanas siguientes estuvieron dominadas por una rigurosa rutina que Amiss (y Mikäh) se aseguraba de cumplir a rajatabla, intentando no tener en cuenta el agotamiento, el miedo o las preocupaciones. Aquel, sin duda alguna, era la tarea más dura y difícil de la que se había hecho cargo hasta el momento, ya que debía estar siempre alerta, siempre fingiendo y desempeñando su papel. Convivir con los humanos de forma plena exigía mantener unas apariencias permanentes de forma paralela a su trabajo como Mediadora. Por las mañanas, de lunes a viernes iba a la Facultad de forma religiosa para atender a sus clases y socializarse como una mortal más. Aquel era un hábitat completamente nuevo para ella, un campo de juego distinto, peligroso y amenazador. Parecido a una jungla llena de depredadores, trampas e inclemencias tan fieras como un enemigo armado, que pretendía tragársela y masticarla con lentitud. No podía evitar asustarse de su propia sombra y era incapaz de dejar de buscar hostilidad en los ademanes de los humanos que la rodeaban.

El segundo día fue incluso peor que el primero, y el tercero lo fue sólo un poco menos. Pero para el jueves, Amiss se había forjado una segunda piel con resignación y aquel miedo constante que parecía indeleble. Sin embargo, a pesar de su pánico, el inicio del curso fue bastante relajado. Comenzaron con ejercicios de recuerdo que tenían como objetivo desempolvar la imaginación y quitar el óxido veraniego a los dedos perezosos, y que sumados a sus prácticas nocturnas hasta el amanecer ayudaron a menguar el terror que había experimentado al conocer las metas finales de las asignaturas. Tanto el lápiz como el pincel le vacilaban en las manos, pero ningún profesor la machacó por eso. La corregían, como a todo el mundo, y criticaban constructivamente su trabajo, como a todo el mundo, pero justamente de eso se trataba: nadie en clase se salvaba de un consejo, un análisis de errores o de una reprobación por parte de los profesores, porque todo el mundo tenía todavía mucho por aprender. Y gracias a aquello, y a la gran ayuda que le suponía el tener a Mikäh con ella en la Facultad, el último día de la primera semana Amiss se fue a su piso con mucho mejor ánimo y la certeza de que no era una nulidad sin remedio. El tema social, en las clases, era en cambio harina de otro costal. Era obvio a ojos de cualquiera que Isaac y ella se habían hecho amigos y casi inseparables. Isaac tenía don de gentes y hablaba con todos: saludaba indiscriminadamente, ayudaba a quién lo necesitaba, respondía preguntas de buenas maneras, bromeaba con quién tenía a su lado y entablaba conversación sin ningún tipo de problemas, tanto con los profesores como con el resto de los alumnos. Pero siempre que había un descanso u hora libre, Isaac se sentaba a su lado a charlar o ambos se iban un rato a pasear por la Facultad o a la cafetería. Y aquello, de entrada, le granjeó a la Mediadora unas cuantas enemigas.

Amiss no compartía la facilidad de Isaac para hablar con los demás, y casi siempre estaba junto al muchacho participando escasamente en las conversaciones que él mantenía con otros compañeros. No tomaba nunca la iniciativa, y si Isaac no estaba presente solía quedarse en su asiento sin hablar con nadie. La mayoría de los humanos de su clase eran simpáticos, y en general se percibía un intento por parte de todos por llevarse bien y generar una complicidad común, exceptuando un grupo de cinco chicas italianas que desde el segundo día parecían haber fundado una coalición “secreta” en su contra y cuya actitud consistía en mirarla mal en todo momento y pronunciar su nombre con el más profundo desprecio, entre otras muestras diversas de desdén. A Amiss, toda aquella parafernalia le divertía, y Mikäh, que no se tomaba absolutamente nada con la seriedad necesaria, solía pasarse las horas en torno a ellas mofándose y riéndose de sus inútiles declaraciones de odio. Isaac, por otro lado, se había dado cuenta rápidamente de su “timidez y reserva”, y como buen amigo, se esforzaba por incluirla en las charlas con los otros compañeros, animándola a relacionarse con los demás. Se quedaba a su lado, le sonreía para darle fuerzas y de vez en cuando se preocupaba por sacar temas de los que ambos ya habían hablado con anterioridad para que tuviera algo más que decir. “Imagina que todos son usuarios”, se decía a sí misma una y otra vez en un intento por liberarse del miedo, pero estar pendiente de tantos factores, tonos, caras, bromas e hilos temáticos en una conversación de más de dos personas era demasiado para ella, que sólo estaba acostumbrada al trato individual.

- No te agobies.- le había recomendado Mikäh.- Tómatelo con calma. Observa y aprende, y ya te irá saliendo solo.

Y aunque tenía bastantes dificultades, la segunda semana ya saludaba a algunas personas al entrar a clase, sabía quienes podrían prestarle algún material sin verla como una gorrona y algún que otro humano le sonreía de vez en cuando. Entre Isaac y ella, después de haber aceptado el ofrecimiento del muchacho para unirse al alquiler del bajo que quería conseguir su compañero de piso, se hicieron eco de la oportunidad al comentarlo a los demás chicos y chicas de la clase. La mayoría la rechazó alegando que no tenía dinero suficiente como para pagar un alquiler extra aparte de su alojamiento, pero dos de los estudiantes Erasmus se unieron gustosamente: el estadounidense, de nombre Malick Fowler, y Emma Cunningham, la chica escocesa. Isaac le había dicho esa mañana que Florian ya había encontrado sitio, por lo que quedaron esa misma tarde para ir a echarle un ojo.

- Nos vemos a las seis y media en Piazza d’Armi esta tarde, ¿os parece bien?- preguntó su usuario a los extranjeros, al terminar la última clase del viernes de la segunda semana.- ¿Sabéis dónde está?

Ellos asintieron y con un gesto de despedida dirigido también hacia ella, se marcharon juntos. Isaac sonrió.

- Florian se alegrará de tener nuevos reclutas, porque al final el bajo va a salir más caro de lo que él pensaba…
- Sí, mejor para todos.- asintió Amiss.
 - Por cierto… quería advertirte sobre Florian. No hagas caso de lo que te diga, ¿vale? No tiene muy claro el límite entre las bromas y la realidad.
- Lo tendré en cuenta.- dijo, con más seguridad de la que sentía.
- Bien. Pues nada… nos vemos esta tarde allí, ¿no? Voy a esperar a que salga Florian para ir con él de vuelta al piso.
 - Claro. Luego nos vemos.

Isaac le dijo adiós con la mano y se quedó viéndola marchar mientras se alejaba.

- Espero que al final no seamos muchos en ese bajo… - masculló Amiss entre dientes.- O al final me acabaré asustando allí más que en las clases.

1 comentario:

Shadow dijo...

Pobre Amiss xD No sé qué es lo peor, si el miedo a cagarla con las clases o con los amigos, pero hay que tenerlos bien puestos para hacer frente a dos batallas tan importantes.
Respecto a las chicas italianas... Por favor, dime que les pasará algo malo. Ese tipo de personas que tienen que despreciar a otros para sentirse contentas son odiosas, y un empujoncito por las escaleras no le haría daño a nadie. Salvo a ellas :P

Espero que tengas mucho IASADE preparado para el verano, porque no pienso apartarme de la pantalla. Tienes una forma de escribir que es adictiva, y una entrada sabe a poco.

Un montón de besos gigantescos, preciosa :)

PD. Sep, tengo un concepto del amor trágico, soy consciente xD