jueves, diciembre 15

Nunca Jamás ya no existe

Las promesas ya no sirven de nada, la conciencia es sólo un impedimento que no te deja ser feliz. Recuerdas con nostalgia aquellos tiempos en los que no intentabas abarcar más que aquello que te cabía en la palma de una mano y sin ningún tipo de arrepentimiento. Hoy, que te esfuerzas por mantener suspendidas ambas manos, te ahogas: todo rebosa, se derramaba y se pierde, castigándote con remordimientos indelebles que te impiden descansar bien por las noches.
Si esto va a seguir siendo así, no quiero crecer. No me gusta esta sensación al ver todo mi tiempo y mi trabajo tirado al váter sin contemplaciones. No me gusta llorar cuando echo la mirada atrás. Ojalá pudiera volver a Nunca Jamás, trepar a un árbol desde el que se divisara el mar y aovillarme allí arriba para ver el amanecer junto al canto de las sirenas.
Pero mi recién adquirido Pepito Grillo no está de acuerdo con ese cambio de planes y me susurra al oído que la vida es así y que estas decepciones son el pan de todos los días, que no hay que retroceder por mucho que pensemos que nuestras intenciones y sueños caen en saco roto. Y yo, que siempre he sido una atenta oyente, no puedo más que prestarle atención y reconocer verdad y sabiduría en sus palabras.
Tal vez si ahora siento decepción es porque nunca antes me había esforzado por llegar hasta aquí. Y aunque me sienta sola y rodeada de esos espejismos e ilusiones a los que considero mis descendientes, ahí fuera me sostiene lo más tangible que han sujetado jamás mis manos; algo que no se ha precipitado al vacío como todo lo demás.
Por muy poco orgullosa que esté de mí misma me reconforta pensar que tú lo estarás más que yo.

[Imagen por Homentashen]

No hay comentarios: