martes, diciembre 20

IASADE -92-

La mirada de Cassia se desvió a la izquierda para ver a Ael aparecer en el pequeño claro del bosque. No llevaba la túnica blanca y sencilla que acostumbraba a vestir, sino una ligera armadura plateada, ceñida, que resplandecía suavemente como acariciada por la luz de la luna, con guantes rojos y botas aladas. Clavó sus ojos añiles en Luxor mientras avanzaba arrastrando su fría espada celestial por el suelo, dejando un hondo surco en la tierra. El Diablo observó al Ángel y a Cassia alternativamente y la risa burlona le huyó del rostro, siendo sustituida por una terrorífica mueca furiosa que le deformó los rasgos, robándole toda la belleza y la apariencia humana. Agitó la cola de un lado a otro con violencia al encararse con la Nocturna, sin moverse del sitio.

- Tengo que admitir que finges bastante bien, porque jamás se me habría ocurrido pensar que habías caído tan bajo.

Cassia apretó los dientes y buscó a Satzsa, que había retrocedido hasta situarse junto al tronco de un árbol y contemplaba la escena impasible. Luxor separó los pies y centró su atención en Ael, en su principal amenaza, que se había detenido a cuatro metros de distancia de él, junto a ella, con la espada todavía apuntando al suelo. La Nocturna pudo aspirar su aroma límpido y gélido y se sorprendió al sentirse aliviada por su presencia.

- Y tú... ¿Ael, no? No te creas mejor que ella.- repuso el Diablo, escupiendo las palabras.- Debe ser indigno para ti el rebajarte para hacer negocios con una condenada.
- ¿Negocios? No te equivoques, esto no es más que un trato seguro... que además, acaba de mejorar considerablemente. Me llevo dos infiernillos por el precio de uno.- su mirada voló hasta Satzsa, que permanecía imperturbable.
- No me insultes, palomo.
- ¿Acaso no lo he hecho ya? ¿Y desde cuándo los pecadores gastáis tanto tiempo en charlar? Yo pensaba que erais más de actuar que de pensar, y ya llevo un buen rato esperando.

Acompañando su movimiento con un alarido de ira, Luxor desenvainó su propia espada, un largo y estilizado sable del mismo material negro y opaco que su antigua cimitarra, que hizo ondear rasgueando el aire por encima de su propia cabeza antes lanzarse implacable sobre ellos. Fuera de sí. Sin previo aviso, el Ángel la empujó con fuerza a un lado para quitarla de en medio y antes de que Cassia pudiera levantarse del suelo, el primer choque metálico resonó sobre las copas de los árboles.

De un salto se acuclilló, ligeramente inclinada hacia delante, y se dio la vuelta con la intención de sumarse al ataque. Sin embargo, absorta y maravillada, por unos segundos no pudo más que quedarse paralizada observando con la boca abierta la lucha que tenía lugar delante de ella. Ángel y Diablo se movían a tal velocidad que sus siluetas desdibujadas no eran más que borrones de luz y sombra que apenas tocaban la tierra. El entrechocar de espadas era ensordecedor, similar al rugido de una tormenta, hipnotizante. Y dejando de lado a sus portadores, las propias armas libraban una batalla ancestral que se repetía una vez más y que se remontaba al origen del mundo; el metal celestial brillaba con toda la intensidad de la que era capaz y el filo negro absorbía y mataba su resplandor.

1 comentario:

Anaid Sobel dijo...

Sabes que le rindo culto a la historia de Cassia, y las luchas ángel-demonio son mi perdición.
¿Como puedes ser tan deliciosamente buena?