Los ángeles abren sus ojos de piedra y se crujen las polvorientas articulaciones en un desperezo con música a trueno. El sol asoma por el este sobre los picos de las montañas, iluminando sus cabezas a modo de aureola recién nacida. No es un brillo nuevo, sino un fulgor que cumple hoy miles de años, un resplandor antiguo que a pesar de todo no es viejo ni desconocido y que me entibia el cuerpo con su luz temprana.Uno de ellos se adelanta dos pasos, alza un brazo en el aire y grita haciendo retumbar cada piedra y raíz del suelo y subsuelo, espantando las nubes de tormenta que llevan tanto tiempo coartando mis palabras y mis propios gritos. Sumé mi voz a la del titán alado.
Tampoco es un sonido extraño, sino un cálido recibimiento que me hace sentir en casa.
[Imagen por MichaelShapcott]
