miércoles, agosto 18

IASADE -36-

El señor y la señora Collins habían unido sus fondos para alquilar un local y contratar una banda que animara la fiesta de su hija Samy. Era un bajo bastante espacioso donde cupieron sin ninguna dificultad las treinta y dos personas invitadas, contando a tíos y primos, compañeros de clase y del voluntariado en el hospital, a sus padres y psicóloga. Sobre el suelo se había extendido una larga alfombra roja al estilo gala de estrellas de Hollywood, y las paredes habían sido decoradas con guirnaldas, globos de colores, papel brillante y algunas fotos de Samantha cuando era pequeña.

La cumpleañera estaba sentada en un trono bajo una pancarta gigantesca que gritaba "¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS SAMANTHA!!!" al final de la alfombra, con las mejillas arreboladas de felicidad y una sonrisa de oreja a oreja. Los invitados estallaron en aplausos haciendo explotar las bombas de confeti al mismo tiempo que la banda comenzaba a tocar. Samantha bajó torpemente del trono y corrió a abrazar a su madre, que la esperaba con los brazos abiertos. Su reducido grupo de amigas de clase, incluyendo a la sonriente Meryl, se abalanzaron sobre ella en un abrazo colectivo, besándola en las mejillas. Primos y familiares también coreaban el normativo "felicidades, Samantha" a diferentes tiempos. Fue Nina Addams la que en último lugar se acercó a la pequeña mortal para desearle lo mejor en aquel día tan especial.

- Feliz cumpleaños, Samantha.- le dijo, esgrimiendo su mejor sonrisa y tendiéndole un pequeño paquete envuelto en papel de regalo azul brillante.- Toma. Te he comprado una cosita.
- Oh, Nina... no tenías porqué...
- A callar.- la reprendió ella con suavidad.- Ábrelo.

La niña acató la orden obedientemente y abrió el paquete con cuidado, para sacar una cajita negra de la que extrajo un colgante plateado que tenía forma de alas de ángel. Samantha levantó la mirada, sonriendo encantada.

- Muchísimas gracias, ¡me gusta mucho!
- Me alegro.
- Mira lo que me ha regalado Nina, mamá...

La madre de Nina le dedicó un breve vistazo aprobatorio antes de volver a dirigir los ojos a su reloj de muñeca, frunciendo los labios. Sí, el señor Collins se retrasaba.

La fiesta continuó con normalidad. La banda tocaba, los invitados bailaban y comían tarta, pasándoselo bien y hablando entre ellos animadamente. Amiss sacó a una Samantha abochornada a bailar, tirando de ella mientras le sonreía para infundarle valor. La señora Collins recibió una llamada de la que Cassia no se perdió un solo detalle, y justamente cuando diez minutos después la puerta del bajo se abrió para dejar paso al padre de Samantha, la Nocturna se levantó de su asiento.

Samantha se liberó de las manos de Meryl y corrió a saludar a su padre con un grito de felicidad. La falsa Nina Addams se aproximó al alma blanca, que se había retirado discretamente a una esquina de la sala, hasta situarse a su lado. La sonrisa extasiada que exhibía se convirtió en una mueca nerviosa en cuanto sintió una presencia a su lado.

- Parece que al final el padre de Samantha se ha decidido a venir.
- S-sí... Me alegro por Samy, ella quería...
- Es una Ilusión, ¿verdad? Son las amarillas. Es que siempre las confundo con las Ambiciones...

La mirada de Amiss se tornó de repente sorprendida y confusa. La luciérnaga abrió y cerró la boca un par de veces hasta que fue capaz de articular palabra.

- ¿Quién eres? ¿Cómo sabes...? ¿Puedes verlas? ¿Eres una Mediadora también?

La sonrisa gélida que Cassia le dedicó hizo que el asombro de sus ojos pasara a transformarse en pura desconfianza. Amiss retrocedió un paso.

- Tu educación ha debido de ser penosa, Amiss.- siseó la Cassia.- ¿No te han enseñado el otro lado de la muerte? ¿No te han advertido acerca de los esbirros del Mal? ¿De... los Nocturnos?

Amiss sacudió la cabeza negativamente, asustada, dando otro paso que la alejó un poco más de Cassia, que se rió despectivamente. La Nocturna se llevó la mano a la espalda y desenvainó la cimitarra, que había permanecido invisible a ojos de todos, apuntando con ella a la temblorosa alma blanca.

- ¿Por qué...?- acertó a preguntar Amiss.- No sé quién eres.
- Eso no importa. Te odio.- Cassia aspiró el perfume del terror y se deleitó con él, saboreándolo.- Voy a disfrutar con esto, pero... antes quiero que veas algo.

Amiss, como en un acto reflejo, giró sus ojos hasta donde Samantha abría entusiasmada el regalo de su padre. Allí, salida de la nada, apareció súbitamente Satzsa. La Diablesa, con una sonrisa pérfida en los labios, se colocó fugazmente detrás de la niña y con un único y perfecto movimiento atravesó el pecho de la mortal con una fina espada negra.

En ese momento el tiempo pareció detenerse y varias cosas sucedieron al mismo tiempo. Satzsa hizo girar la espada dentro del cuerpo de Samantha, acompañando la explosión de sangre con la desagradable canción de huesos y músculos rotos, antes de sacarla para alzarla sobre la cabeza del señor Collins. La vida se apagó en los grandes ojos grises de Samy, muriendo en ellos también el dolor y la incredulidad. Cassia rió, y se oyeron varios gritos de pánico y asco dentro de la sala, incluido el desgarrador chillido de Amiss, que cayó de rodillas al suelo llevándose las manos al pecho. Un alarido de dolor y tristeza que hizo a la Nocturna suspirar de placer. Se apartó dos pasos y aferró bien la cimitarra en la mano dispuesta a atravesarla con ella, pero... algo blanco y radiante se interpuso entre ambas y repelió el ataque de su arma con una espada resplandeciente.

El Ángel rugió con fiereza, abrazó a la luciérnaga con sus alas inmaculadas y ambos desaparecieron de allí. Cassia aulló de ira, desesperación y frustración.

1 comentario:

Anaid Sobel dijo...

Me ha dado auténtico pavor, la descripción de la muerte de Samy es... espeluznantemente perfecta*

Sigue, sigue, SIGUE
:)