miércoles, agosto 6

Número 13 (3ª parte)

El Jugador les ordenó sentarse en el suelo, a su alrededor, creando un semicírculo en torno a él. La sonrisa escalofriante no abandonó sus labios en ningún momento. Sus ojos sin brillo los contemplaban con cierta ansia feroz, como un animal al acecho. Los dedos de sus manos se crispaban de forma imperceptible. Umine arrugó la nariz al sentarse, entre dos chicos a los que tan sólo conocía de vista, a la izquierda del Jugador. De su figura emanaba un hedor nauseabundo, un aroma a putrefacción. Hizo un gran esfuerzo por contener una arcada. El Jugador clavó sus ojos en ella y ensanchó aún más, si eso era posible, su sonrisa despiadada. Umine miró al suelo y dejó de respirar por unos segundos. Oyó cómo el resto de los niños tomaban asiento sobre la hierba marchita y después, la voz de la tenebrosa figura. El Jugador arrastraba las palabras y hablaba lentamente, con un tono leve y ronco, como un suspiro jadeante.

- Bienvenidos, niños, a mi humilde morada.-dijo. Hubo una pausa, y rió quedamente.- Por favor, chicos, miradme. No os voy a comer.


Umine, al igual los demás, alzó la mirada a regañadientes. El Jugador les sonrió con algo que debía intentar ser ánimo.

- Así está mejor, mucho mejor. No os quiero retener aquí más tiempo del necesario, supongo que estaréis ansiosos por regresar a vuestras casas con vuestras familias... y lo haréis, no tengáis miedo. Lo haréis, todos menos uno de vosotros.- puntualizó con dulzura.- Os explicaré las reglas del juego. Pasaréis, uno por uno, al interior de mi hogar.- señaló el árbol hueco con uno de sus largos dedos.- Y cada uno de vosotros me retará a una partida de dados. No será una partida normal y corriente, por supuesto... una vez que os sentéis frente a mí, os revelaré las normas. Mientras venís a verme, los demás esperaréis aquí fuera. Creo que sobra decir que será mejor que no os alejéis... ¿Quién será el primero?

Nadie dijo nada. De repente, ya nadie sonreía. Un chico, sentado en el extremo opuesto del semicírculo, se levantó vacilante. Umine lo conocía; era el mayor de todos cuantos estaban allí. Se aproximó temeroso al Jugador y le tendió un rollo de pergamino, extendiendo su brazo al máximo con tal de no acercarse demasiado a la pálida y aterradora silueta. El Jugador lo cogió y lo desenrolló mientras lo leía. Sus labios volvieron a estirarse en una sonrisa.

- Qué amables.- comentó, casi para sí mismo.- Creo que esto deja de lado el sorteo. En mi opinión, dicho sorteo es mucho más entretenido, pero con una lista podremos hacer las cosas de forma más eficaz. Bien... el primero será entonces... ¿Algeo?

Algeo, un chico delgado y muy alto, de cabello rubio, se levantó de su sitio. Estaba blanco como el papel y temblaba notablemente. El Jugador lo observó con malicia y sin decir nada, le hizo un gesto para que le siguiera a las tenebrosas profundidades del árbol hueco. Umine se compadeció de él. El joven se dio la vuelta y dedicó una mirada desesperada a sus compañeros. Tragó saliva y con los ojos desorbitados por el miedo, se perdió en la penumbra, que hambrienta, se lo tragó en cuanto el muchacho dio el primer paso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fascinante. E inquietante. Me ha encantado tu texto. Volveré a visitarte. Saludos.

Energeia dijo...

Muchas gracias por tu comentario, Juan Antonio. Me alegra saber que te está gustando la historia ^^